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    Muchas personas esperan con ilusión la llegada de la Navidad, las vacaciones, la vuelta a casa, las reuniones con familiares y amigos o los regalos. Se trata de una época asociada a la alegría, la ilusión y el deseo por compartir con los más allegados los últimos días del año.

    No obstante, la pérdida de un ser querido implica una experiencia muy diferente. Este año, la ausencia y el vacío son los nuevos invitados, unos invitados que promueven diversos estados emocionales como tristeza, apatía, rabia o, incluso, culpa. De esta forma, la Navidad pasa a convertirse en un auténtico terror, un periodo en el que el abandono de cualquier tipo de celebración o el sentimiento de obligación de mantener las reuniones y cenas familiares, dan lugar a una experiencia silenciosa de duelo capaz de generar un gran malestar en las personas afectadas.

    Por otro lado, este proceso de duelo puede dar lugar a distintas formas de afrontamiento, nuevos rituales y diversas maneras de actuar que modifican las tradiciones familiares, otorgando un nuevo significado a esta época del año.

    En esta misma línea, el intento de evitar cualquier tipo de celebración se ve entorpecido debido a que la decoración y el espíritu navideño inundan las calles, el transporte público y los medios de comunicación. Por este motivo, son frecuentes los intentos de aislamiento, una conducta que trata de esquivar las emociones producidas por la pérdida en un periodo donde el recuerdo de “los que ya no están” se hace más frecuente.

    ¿Qué hacen las personas que atraviesan por una experiencia de duelo?

    El duelo es un proceso complejo que da lugar a distintas formas de afrontamiento que varían en función de factores como la proximidad con la persona fallecida o el apoyo social recibido tras la pérdida. Asimismo, especialmente en la primera Navidad tras la pérdida, la incertidumbre inunda los diversos planes familiares, lo que puede dar lugar al deseo de establecer cambios en esta época del año. Las formas más comunes de gestionar este conflicto son las siguientes:

    • Intentar suprimir la Navidad. Muchas personas tratan de evitar cualquier tipo de celebración relacionada con este periodo. La ausencia de reuniones, decoración y alegría envuelven estos hogares, donde el recuerdo de la persona perdida permanece de forma constante. Además, algunas personas deciden aislarse en casa, siendo bastante frecuente el deseo de finalización de este periodo.
    • Actuar como si nada hubiera pasado. Otras personas sienten la obligación de llevar a cabo la celebración de todos los años, una obligación que se ve especialmente presente en núcleos familiares donde hay una fuerte represión de los sentimientos producidos por la pérdida, o donde se trata de “proteger” a otros miembros de la familia, como es el caso de las familias con hijos pequeños. Este sentimiento de obligación puede estar en contra del deseo de las personas de celebrar la Navidad, generando un conflicto interno. A su vez, es frecuente el sentimiento de culpa, un sentimiento que emerge por el temor a olvidar a la persona perdida o a que la ausencia de la misma carezca de importancia.
    • Hacer algo diferente. Realizar un viaje, celebrar la Navidad en un sitio distinto, o simplemente introducir cambios en la celebración familiar son algunos de los comportamientos habituales de otros individuos. Algunas de estas personas pueden sentir que, debido al cambio experimentado tras la pérdida, ha cambiado el significado de la Navidad; ya nada será lo mismo y, por tanto, los planes serán diferentes.

    Este tipo de actuaciones reflejan el intento por procesar una experiencia desoladora en un momento temporal en el que el anhelo de los ausentes cobra una mayor fuerza. Se trata, en definitiva, de diferentes estilos de afrontamiento que generan un alivio a corto plazo pero, a su vez, pueden perpetuar el sufrimiento, ya que contribuyen a obstaculizar el proceso natural de duelo y la recuperación.

    ¿Cómo podemos gestionar el duelo en Navidad?

    Por lo que respecta a las recomendaciones, es preciso aclarar que no existen formas de afrontamiento o actuaciones universales, sino posibles caminos que ayudan a gestionar el duelo en Navidad de una forma más efectiva y, de esta forma, contribuyen a la elaboración de esta experiencia. Algunos de los posibles caminos son los siguientes:

    • Tener una reunión familiar previa. En esta reunión es recomendable consensuar el deseo de llevar a cabo una celebración navideña, respetando las opiniones, deseos y emociones del resto.
    • Expresar abiertamente. Se debe crear un ambiente que facilite la expresión de estados emocionales, opiniones respecto al deseo de celebrar la Navidad, preferencias por incluir cambios en los rituales navideños, etc.
    • Poder elegir con libertad. Es necesario respetar el deseo de cualquier persona de no celebrar la Navidad, debido a que cualquier intento por persuadir a esta persona puede generar un conflicto interpersonal o un sentimiento de culpa en la misma, lo que interferirá en la elaboración del duelo.
    • Simbolizar a la persona ausente. Introducir un objeto (fotografía, vela…) que recuerde a esa persona permitirá compartir los sentimientos de tristeza o añoranza entre los asistentes. A pesar del malestar que puede generar esta situación, la ausencia del recuerdo de esta persona puede producir un malestar mayor que, junto a la represión emocional, puede interferir en el manejo del duelo.
    • Evitar el aislamiento. A pesar de la posible decisión de no llevar a cabo la celebración de los días más representativos de esta época del año, es recomendable el apoyo de los más allegados. Por este motivo, las reuniones establecidas en el resto de días permitirán vivenciar este periodo de una forma más adecuada.
    • Hablar abiertamente con los hijos. En muchas ocasiones se aparta a los más pequeños de estos asuntos con el objetivo de intentar protegerlos, pero no compartir con ellos esta experiencia ni atender a sus necesidades emocionales puede interferir en su experiencia de duelo y, en última instancia, en su desarrollo emocional.

    Finalmente, es preciso destacar que el mero paso del tiempo no garantiza la “cura de una herida”; el apoyo de los más allegados, la expresión emocional, la despedida o la aceptación de la pérdida son elementos imprescindibles para el desarrollo de la experiencia de duelo. No obstante, cuando este problema se mantiene de forma prolongada o genera un malestar e interferencia desmesurada es recomendable solicitar ayuda psicológica.

    “No diré ‘no llores’ porque no todas las lágrimas son malas”. J.R.R. Tolkien (1892 – 1973) escritor, filólogo y profesor universitario británico.